Bajo el rítmico repiquetear de la lluvia,
mi ventana es testigo de su danza persistente.
Ignoro su presencia, como esa sombra amarga,
una sensación que furtivamente se desliza.
La ignoro sin querer, mientras enfrento "cosas importantes",
como si las gotas fueran solo gotas,
como si no llevasen consigo sus propias historias,
sus susurros de cielos grises y tristezas remotas.
La lluvia persiste, inmutable en su constancia,
una marea incansable que se cuela en cuotas.
De vez en cuando, una ráfaga otoñal me acerca a ella,
un eco del pasado, un fragmento de nostalgias rotas.
En esos breves encuentros, un recuerdo fugaz emerge,
como una melodía que se desliza en el viento.
Cada tanto, una sonrisa espectral se dibuja,
un reflejo de momentos compartidos en el tiempo.
La lluvia, en su incesante serenata,
esconde entre sus gotas secretos del ayer.
Yo la ignoro, pero ella persiste,
tejiendo historias en el cristal, una y otra vez.
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